Tasio Ortiz de Zárate, el brillante arqueólogo condenado por los asesinatos que aterrorizaron a Vitoria hace dos décadas, está a punto de salir de prisión cuando los crímenes se reanudan. En la Catedral Vieja, una pareja de veinte años aparece muerta por picaduras de abeja en la garganta. Pero solo serán los primeros.
A los veintidós años, sospechando que tenían el tiempo contado, Ichemi y Alma se atragantaron de amor para consumirlo entero, pero mientras más intentaban agotarlo, más imprudente era el deseo, y quien diga que todo fuego se apaga tarde o temprano, se equivoca: hay pasiones que son incendios hasta que las ahoga el destino de un zarpazo y aún así quedan brasas calientes listas para arder apenas se les de oxígeno.

En una pequeña ciudad de Mississipi, un domingo de
octubre de 1988 se encuentra el cadáver de Seth Hubbard, un acaudalado
propietario, colgado de un árbol. En su casa ha dejado una nota de suicidio,
donde cuenta que ha decidido acabar con los sufrimientos que le ocasionaba el
cáncer de pulmón que padecía.
El racismo sigue siendo un elemento palpable en esta
localidad. Jacke Brigance, un abogado blanco, es uno de los pocos sin
prejuicios raciales. El lunes por la mañana, Jake recibe un sobre con el nuevo
testamento de Hubbard, que revoca el anterior, y con el que el difunto
deshereda a sus dos ex esposas y a sus hijos. El noventa por ciento de sus
propiedades las heredará Leticia Lang, una mujer negra a quien Hubbard contrató
para las labores domésticas hace tres años y que después se convirtió en su
cuidadora.
La controversia que suscitará el contenido del nuevo
testamento convertirá la inevitable demanda legal en un auténtico circo donde
la familia recurrirá a todo tipo de argumentos para impugnar la última voluntad
del fallecido…
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